domingo, 2 de octubre de 2011

INTRO

El Centro de Investigación Príncipe Felipe (CIPF) se presenta en su web como "...un centro dedicado a la investigación biomédica..." y lo hace intentando que lo relacionen con la idea de grandeza, de superioridad en el ámbito científico, cuando afirma que tiene el "objetivo de abordar nuevos retos en el campo de la investigación básica y promover un trabajo científico de excelencia". Al mismo tiempo, sin embargo, los medios se refieren a este Centro con calificativos tales como "despropósito" o "derroche", reprochándole haber sido una impresionante inversión de dinero público "sin utilidad", "sin resultados".

Los últimos meses están siendo especialmente prolijos en noticias, casi todas negativas, acerca de este Centro y su crisis, que amenaza con traducirse en despidos de sus empleados e, incluso, con llevarle a su cierre definitivo. Sería injusto que llegase este triste desenlace u otra forma de muerte progresiva sin que el contribuyente, que ha puesto su dinero en este proyecto, reciba alguna explicación acerca de qué ha pasado en este Centro para llegar a semejante fracaso.

Podemos decir, sin ambajes, que, en este asunto, alguien ha tirado nuestro dinero, o una significativa parte de él, al menos. No hablamos de una línea de investigación que no ha dado resultados: esa eventualidad forma parte del trabajo del investigador y el financiador debe asumirlo. Hablamos de otro tema. Hablamos de que el propósito era ser "excelentes", ser reconocidos por una gestión y un equipo de alto nivel y perdurar y crecer como Centro y, sin embargo, hemos acabado cuestionados públicamente, siendo el hazmerreír del sector de la investigación científica en España y el mundo y teniendo que desmontar lo que tanto dinero costó montar y mantener. Con este resultado es muy difícil defender que la inversión se haya aprovechado para el fin que se pretendía.

Indudablemente, en este proyecto, alguien se ha equivocado o no ha sido totalmente honesto o, sencillamente, no era la persona adecuada para hacerse cargo. Pero, los perjuicios derivados de esta equivocación, esta falta de honestidad o esta incompetencia no los han pagado sus responsables todos estos años, sino que los hemos pagado todos con nuestro dinero.

Es justo que el ciudadano sepa. No puede pasar todo este desastre y ya está. Alguien tiene que contarlo... porque son muchos los millones dejados en este Centro y aportados por todos los que pagamos puntualmente nuestros impuestos. No puede aceptarse con normalidad que el dinero público se malgaste así... Debe haber consecuencias... como las habría si el dinero fuese de un inversor privado.

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