martes, 4 de octubre de 2011

EL PRINCIPAL CULPABLE

Sin duda, quienes más explicaciones deberían dar a los ciudadanos -que han puesto su dinero en el Centro de Investigación Príncipe Felipe (CIPF)- son las personas de la Conselleria de Sanitat que, durante todos estos años, han permitido que se impulsara y mantuviera tan cuantiosa inversión de dinero público, y en un sector tan complejo y deficitario como el de la investigación biomédica básica, sin un estudio previo y riguroso de viabilidad y sostenibilidad del proyecto, sin un análisis completo de la capacidad de la Conselleria de mantener a largo plazo sus compromisos de financiación, sin un plan estratégico que fijase objetivos y plazos y sin un seguimiento serio de su ejecución.

Estas mismas carencias se encuentran en la decisión de reducir ahora la subvención que la Generalitat destina a este Centro. De repente, se ha dejado de poner financiación, en cantidades millonarias, y nadie desde la Conselleria de Sanitat ha pensado antes en preparar a esta organización para esta situación, nadie ha elaborado un plan para ajustar gradualmente el tamaño de este Centro a la nueva realidad económica: simplemente, han dejado de pagar una buena parte de lo que ya debían y han suprimido de un plumazo un 60% de la financiación aproximadamente. Sin duda, la crisis económica actual justifica muchas actuaciones, pero las prisas, la improvisación, la falta de rigor responden a otro tipo de razones: la principal, la irresponsabilidad.

No sabemos si en la mente de los encargados de la Conselleria de Sanitat había buenas intenciones cuando se metieron en este proyecto, pero les faltó preparación y capacidad, o alguien que les aconsejase bien, o si, en verdad, primó siempre el objetivo mediático de tener un "juguete caro" más para exhibir, porque había dinero para gastarlo, para la mayor gloria del gobierno autonómico y la Sanidad valenciana.

Lo bien cierto es que, fuese cual fuese su concepción, el resultado no ha sido una organización seria, bien dimensionada e independiente, levantada sobre sólidas bases. Muy al contrario, el resultado ha sido un edificio carísimo de mantener (más de 32.000 m2), sin un "para qué" ni un "por qué" claros, sin dirección científica ni liderazgo interno alguno, desagregado, que funciona compulsivamente y que sistemáticamente somete sus decisiones más trascendentes a la vigilancia y conveniencia de los responsables de la Conselleria de Sanitat. Es esta una organización intervenida políticamente hasta el tuétano, en sus decisiones más importantes, como por ejemplo:
  • La elección de las personas que han ocupado y ocupan los puestos de decisión y gestión más decisivos: Director General, Director Científico, Gerente, Responsable de Administración. No ha habido ningún proceso de selección que atendiese a méritos y capacidad profesional demostrada, y en el que se resolviese objetivamente la elección del más apto, sino una designación directa desde la Conselleria en función de otros criterios distintos. El riesgo de no tener a la persona más preparada al frente es obvio.
  • La no exigencia de resultados de gestión concretos a las personas al frente de la Institución. Si las relaciones entre el "designador" y el designado se llevan fuera del terreno estrictamente profesional, es difícil no perder el rigor y la objetividad y caer en la flojera, la permisividad,...
  • La subordinación total de las apariciones públicas del Centro, de su imagen ante los demás, a la conveniencia e instrucciones del Gabinete de Prensa de la Conselleria de Sanitat. Es claro que no siempre coinciden los intereses de una organización científica con los del político y, en ese choque, siempre ha debido perder el CIPF.
  • La sujeción a la agenda política del Consell, retrasando decisiones críticas, con el consiguiente perjuicio para el Centro, en función del interés del gobierno autonómico. Todo el mundo comenta que no se podía adoptar ninguna decisión dirigida al saneamiento de la institución (despidos masivos, etc...) hasta después de las elecciones autonómicas y locales, de mayo de 2011: entretanto, el agujero económico del CIPF se ha tenido que ir agrandando.
Una organización de este tamaño, con tal inversión de dinero público detrás, no puede permitirse semejante improvisación en su funcionamiento, derivado de pasar su día a día sin plan estratégico y sin más garantía de financiación pública que una bonita declaración de intenciones, ni puede resistir tamaña injerencia del interés o la oportunidad política en las decisiones que más han de marcar su futuro. Nadie nunca desde la Conselleria de Sanitat, en todos estos años, ha hecho nada para corregir esta dinámica... y alguien quizá debería explicarnos por qué.

Es obvio que nadie de la Conselleria imaginó semejante crisis financiera ni sus efectos y está claro que "les ha pillado el toro". Pero, si alguien hubiese hecho sus deberes y se hubiese metido con seriedad y rigor en este proyecto, ahora el daño (que igualmente lo habría) sería otro (probablemente, menor), la valoración del dinero público invertido sería otra (probablemente, habría algún retorno), el perjuicio a la Ciencia y sus profesionales sería otro (tendríamos ante nosotros un Centro menos hipertrofiado, con más financiación competitiva en sus manos,...). En definitiva, la capacidad de respuesta de este Centro ante esta crisis habría sido mayor si la Conselleria de Sanitat hubiese cumplido con la responsabilidad que los ciudadanos le pedimos cuando decide en qué se gasta nuestro dinero.

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